Uroboros es el nombre que dieron los griegos a una serpiente que aparece mordiéndose la cola, formando un círculo. Literalmente significa (Con) la cola en la boca; también puede interpretarse fuera de la oscuridad (del océano primordial).
Simbolizó la eternidad, el retorno cíclico, lo que no tiene principio ni fin, es decir la idea de que cuando algo finaliza vuelve a comenzar, en eterna repetición. Fue un modo de representar la continuidad de la vida, la totalidad, el tiempo indefinido.
Al igual que el huevo o las barcas, fue un símbolo que sirvió para encarnar el vehículo del dios, su morada. A este simbolismo hay que añadirle la de la serpiente, que en Egipto tenía conexión con el renacimiento y el rejuvenecimiento, la inmortalidad, el resurgir eterno.
La primera representación conocida del uroboros se encuentra en la segunda capilla del rey Tut-Anj-Amón, donde aparece una figura momiforme con dos serpientes que se muerden la cola, una situada en la cabeza y otra en los pies. La primera se denomina Mehen. Es el dios primordial que vino a la existencia y también está presente en la hora duodécima de la noche. En su interior aparece con frecuencia la imagen de un niño chupándose el dedo de la mano que emerge de la espalda de dos leones yuxtapuestos, símbolo de las dos colinas lindantes al Este y al Oeste de Egipto. Esta imagen no es más que un modo de expresar el sol en su nacimiento.
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