El Santo Grial, copa con la que celebró la Última Cena Jesucristo instituyendo la Eucaristía, ha sido desde el principio del tiempo cristiano objeto de devoción, culto, magia, búsqueda, interrogantes e inquietudes.
Profundamente ligado al Reino de Aragón en el que permaneció durante once siglos itinerante por varios de sus monumentos románicos más emblemáticos, bien merece por derecho propio un hueco en esta obra dedicada al Arte Románico Aragonés.
El Grial no solo es un objeto de culto o una reliquia. El concepto va mucho más allá de la pieza arqueológica o devocional. Supone la existencia de un Caballero, un Camino a recorrer y una Meta que alcanzar.
Tu, caminante, que en ocasiones has recorrido por sendas, o de mi mano virtual, los lugares mágicos de Aragón, si aspiras a lograr una meta o a cumplir un propósito estás encaminando tus pasos a tu particular Grial.
Es la riqueza interior de cada una de las personas. No hay que buscar fuera sino escudriñar en el recoveco más profundo de nuestro ser para poder hallar el tesoro, la meta, la serenidad.
El Camino, las dificultades, las satisfacciones ante lo contemplado no son sino escenario que facilita esa mirada interior.
Son bastantes los lugares documentados en los que la reliquia estuvo en Aragón.
Algunos otros no habrán sido reconocidos quizá por su fugaz tránsito, y en distintos lugares si sabemos mirar podremos ver claras alusiones al mismo.
Cáliz engalanado hoy con oro y pedrería; pero sencilla copa, a pesar de su delicada talla en noble material.
Grial, de "Graal", "Gradal o "Gratal", voces estas últimas que en latín vulgar vienen a representar la idea de recipiente.
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